Alberto Sicilia Martínez: Poeta, profesor y camionero

Alberto Sicilia Martínez, un
increíble poeta.    
Casi todos los días del año, quienes desandan la carretera que desde Cabaiguán lleva a Cienfuegos pasando antes por Villa Clara, tienen el sosiego de encontrarse por el camino con un Chevrolet 58 verde, timoneado por un hombre de constitución fuerte y mirada sincera, ampliada por los cristales de aumento de los espejuelos que con frecuencia lo acompañan.

Este personaje se llama Alberto Sicilia Martínez, un increíble poeta, de oficio camionero (y por demás, conductor). Y desde que recuerda, anda encaramado en su inseparable camión, recorriendo la ciudad que escuchó su primer grito en 1966, y donde apenas se ven las iguanas, que le dieron nombre a esa tierra ubicada en el centro de la provincia espirituana.

Es que a este joven escritor, miembro de la UNEAC, le interesan los hombres y las mujeres de su Isla amada y el entorno que les rodea. Por eso viaja constantemente de un extremo al otro para beber de nuestras tradiciones, mezclarlas con los símbolos universales y entregarnos una fresca, diversa y armoniosa poesía.

«El continuo bregar por las carreteras cubanas, manejando el camión verde real, y muy cerca de mi padre, con quien tengo una relación muy especial, ha sido vital para mi obra».De esos interminables recorridos nació su poemario El camión verde (Letras Cubanas, 1994); y a ellos también se debe A favor de la roca (Luminaria, 1998).

Textos suyos aparecen en antologías dentro y fuera de Cuba: Retrato de grupo (Letras Cubanas), Nuevos juegos prohibidos (Letras Cubanas), Toda la luz todavía (Luminaria) y Todo el amor en décima, editado en Islas Canarias. Asimismo algunas revistas cuentan con su firma: El Caimán Barbudo, La Gaceta de Cuba, Revolución y Cultura, Letras Cubanas...

Muchos se preguntarán por qué Sicilia, laureado en concursos como Días de la poesía cubana (1987), Fayad Jamís (1989), Revolución y Cultura (1997), Pinos Nuevos (1998) y Regino Pedroso (1998), terminó frente a un volante, si ya se le había otorgado la carrera de Marxismo e Historia.

«Aunque siempre quise ser escritor —me atrae sobremanera la Filosofía—, no pude terminar el preuniversitario pues me enfermé y suspendí Física. Por ello me hice bachiller en la Facultad. Eso está recogido en El camión verde, donde escribí que Einstein me olvida y me maldice».

Enredado en la escritura estuvo Sicilia desde pequeño, «llevaba un diario y describía los viajes familiares por toda la Isla, sobre todo, las plantas y los animales. Ese amor por la naturaleza me lo inculcó mi madre. Ya en la adolescencia me atrapó la poesía y me inserté en el movimiento literario de Cabaiguán».

No pocos se interrogan también cómo Alberto se las arregla para distribuir su tiempo entre la creación, los talleres literarios que coordina en Cienfuegos, Santa Clara y Cabaiguán, su esposa, sus cuatro hijos (uno de 22 años, campeón panamericano de kayak), las ocho horas diarias de viaje, una pequeña parcela de tierra, donde sueña fundar un proyecto comunitario para atender a jóvenes con ansias de escribir... A ciencia cierta, ni él mismo puede explicárselo.

«Debe ser aunando esfuerzos entre todos los que me rodean, apoyándome en una esposa que adoro y ha sido tan cuidadosa de mis hábitos y costumbres durante los últimos 15 años de mi vida. Ella, sin duda, merece una medalla olímpica».

Otras experiencias han marcado profundamente a este incansable lector de los diálogos socráticos y de El libro del cambio: la fundación de la Asociación Hermanos Saíz en Moa, provincia de Holguín en 1987, el viaje a Nicaragua en el 88 con un grupo de jóvenes poetas y, más recientemente, la gira de La Estrella de Cuba «que me posibilitó el encuentro con mi país y con amigos muy queridos de todos los rincones».

«¿Por qué tan pocos títulos publicados? Juro que es cuestión de tiempo, porque dedico muchas horas a la formación de jóvenes; y manejar es una tarea ardua y agotadora. He escrito suficiente poesía, pero soy muy quisquilloso. Por ahora puedo anunciar que ya está listo el cuaderno Cercado por las aguas, pero lo que ahora quita el sueño es ese proyecto cultural que está por nacer y será como una especie de Jardín de la poesía».

Por José Luis estrada Betancourt

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